La Sustancia: ¿Qué más aterrador que llegar a viejo?

The Substance - La sustancia, 2024 - Working Title Films, Blacksmith - MUBI

Se acerca tu cumpleaños, y en vez de emocionarte como lo hacías cuando eras una niña, ahora solo representa que estás más cerca de la vejez. Ahora, las arrugas se acentúan más bajo tus ojos, de tanto fruncir el ceño te quedaron las marcas, te duele la espalda, y te agotas hasta yendo a hacer mercado. Antes te sentías hermosa, deseada, una muñeca en la tierra… Y ahora, ahora vas cambiando a algo que no quieres ser, y a ser algo que la sociedad rechaza. Estos temores se transforman en un festín del body horror en la película La Sustancia, una que toma el cuerpo femenino para mostrar, sin filtros, el miedo a envejecer. 


La Sustancia cuenta la historia de Elizabeth, una mujer que fue una actriz reconocida en Hollywood y que ahora tiene un show de aerobics. Al cumplir 50 años, su jefe, alegando que ya está vieja, la despide, y comienzan a buscar a alguien más joven. En su dolor por sentirse desechada, tiene un accidente, uno donde le dan una tarjeta misteriosa sobre un producto clandestino llamado La Sustancia, un líquido que puede dividir las células del usuario y sacar una versión más joven de ellos mismos. Llevada por la desesperación, Elizabeth toma el extraño líquido y, de su espalda, sale una versión de ella, más joven, pero sin ser otra persona. Ambas son la misma. El requisito para mantener este cuerpo joven, llamada Sue, es que deben cambiar de cuerpos cada siete días. Sin embargo, Sue termina siendo un reemplazo perfecto a Elizabeth, quien toma su antiguo trabajo y al ser glorificada por todos, Elizabeth comienza a rechazar a su cuerpo “viejo,” abusando de él por medio de una inyección, desgastando tanto su anterior cuerpo que termina por destruirlo. Al final, Sue se desmorona (literalmente, caen partes de ella) y en su desesperación por mantenerse bella, se inyecta más del líquido, esperando una versión perfecta… Solo para encontrarse con la versión más monstruosa de sí misma, que se desploma en un baño de sangre frente a todos. 


¿Quién es Sue, Elizabeth y El Monstruo? ¿Son entidades diferentes? Cuando Elizabeth ve la publicidad de La Sustancia, una de las primeras frases que aparece en la pantalla de su TV es: Recuerda: Eres una sola. Elizabeth no cambia de personalidad al entrar en la carne de Sue, pero sí representa dos partes de ella que no pueden coexistir. Elizabeth es una mujer que anhela el pasado, pues en la juventud está el éxito, la belleza, todo aquello que su cuerpo ya no representa. Elizabeth ve sus arrugas con desdén, se siente poco deseada, un desastre al llegar a los 50, vieja, lenta. Hollywood la deseó en el pasado, pero ahora hay que desecharla. Elizabeth es un cascarón de lo que alguna vez fue.


La belleza lo es todo, y por eso al pasar al cuerpo de Sue siente que todo está donde debería. La mirada del hombre, el conocido male gaze es puesto en este cuerpo curvilíneo, con el zoom de la cámara a todas las partes del cuerpo que resaltan en un leopardo rosa. Los senos redondos y firmes, la cintura pequeña, las caderas grandes, trasero grande, ojos sin ojeras y brillosos, labios rosas que acentúan una juventud casi infantil. Eso es lo que quieren ver los demás, eso es lo que ella les vende en su show de aerobics, eso a lo que Elizabeth no quiere renunciar. Sue es tratada con respeto, deseo, admiración, con todo a sus pies para llegar a la gloria… y Elizabeth, ella solo es cubierta por una gabardina amarilla, y sale con vergüenza de esa piel vieja. 


Para nuestras protagonistas se hace cada vez más difícil volver al cuerpo inicial. Sue obtiene toda la atención que ella quiere, y su show es un éxito. ¿Y Elizabeth? Ella solo ve televisión y anhela volver a ser Sue. En un momento donde está a punto de desvestirse para acostarse con un hombre joven, su cuerpo tambalea, pues ya es hora de cambiar de cuerpo, y debe correr para estabilizarse. Rompiendo las reglas, toma líquido de la espalda de su antiguo cuerpo para estar bien, y funciona… Pero esto tiene un precio. Al volver a ser Elizabeth, se da cuenta que uno de sus dedos envejeció más rápido, y desesperada, llama a la agencia donde le explican que debe mantener el equilibrio. Cada vez que abuse de su cuerpo, es algo irreversible, no es negociable. ¿Cuántas veces el ser humano ha abusado de su propio cuerpo diciendo que lo recuperará después? No dormir, saltarse comidas, soportar un dolor en pro de seguir el ritmo de la vida convulsionada… ¿No es acaso lo mismo que hace ella? El cuerpo mantiene la memoria de dichas decisiones, y a veces todos preferimos ver qué tan lejos podemos llevar nuestro cuerpo. 


Los viejos cuerpos, llenos de arrugas, llenos de cicatrices, son rechazados. Elizabeth, con la cicatriz de sacar a Sue por su espalda, comienza a ver cómo ya no se ama, como odia su gabardina amarilla, como odia sus ojeras, y comienza a guardarle sentimiento a Sue. Si son la misma persona, ¿por qué odiar su versión mayor? Porque desde ella misma, con los prejuicios de la sociedad, se rechaza a sí misma. Cada vez es más difícil habitar en su antiguo yo… Y comienza a llevarlo al límite, pasando por uno, o dos días, una semana más de lo permitido. 


Sue tiene los reflectores, el sexo con quien ella desee, el dinero, la fama, la gloria. Su antiguo cuerpo yace en el baño, sobreviviendo con un alimento especial que da la compañía. No, no quiere volver a ser vieja, no quiere dejar la luz… Pero debe hacerlo. Cuando Elizabeth está en el apartamento, comienza a destruirlo, destruir un cuadro gigante de ella misma, y destruir su propio cuerpo con comida chatarra, comiendo en exceso, pues se odia a sí misma. Ya no puede mantener la mirada en el espejo, con una de las escenas más tristes de la película: Elizabeth intenta tener una cita, pero sus inseguridades, las arrugas de su rostro, el labial rojo que, aunque brilla, la hacen sentir insuficiente. No lo logra, aunque se maquilla muchas veces de formas diferentes, el sentirse fea y vieja hace que no pueda cruzar la puerta, y se quita desesperada el maquillaje, dejando solo despojos del mismo por su rostro. Sue ha ganado, el odio a sí misma es tanto que prefiere solo comer y ver televisión. 


Pasa una semana, que Elizabeth siente eterna, y vuelve a ser Sue. Ahora es Sue quien “odia” a Elizabeth, pues su comportamiento destructivo hace que deba limpiar y poner en orden lo que hizo (o deshizo). Ahora Sue y Elizabeth se comportan como si fueran dos personas diferentes. ¿No me puedo deshacer de la vieja? Pero recuerda: eres una sola. Ese odio y tristeza parten de ella misma, y todo apunta a lo mismo, querer destruir a su viejo yo. Cansada de volver a un cuerpo que ha envejecido más por el mismo abuso, Sue comienza a sacar de la espalda de su viejo yo todo el líquido que puede, permitiendo a Sue estar al mando por tres meses… Pero todo tiene un límite, y cuando Sue se queda sin líquido, y su único camino es volver a ese cuerpo que rechaza. En su espalda, hay una herida con pus y negra por todo lo extraído. Al volver, siente todo el dolor que guardó su cuerpo, y lo que ve es algo aterrador: es una anciana decrépita, casi un monstruo por su cuerpo maltrecho, una que odia con cada parte de su ser a Sue. Tomando la decisión de eliminarla, llama a la compañía para terminar con Sue, pero eso significaría perderlo todo, y a punto de eliminarla con una inyección negra, se detiene, e intenta traspasarse a su cuerpo joven. Pelear consigo mismo nunca fue tan bien representado como en esta lucha, pues aquí tenemos a Sue, dándole una paliza a su yo viejo. Lo logró, Elizabeth la vieja se ha ido, dejando a Sue viva… Por un tiempo, por supuesto. 


El equilibrio se ha roto. La versión joven y perfecta está a punto de tener su gran noche, siendo la anfitriona del show de año nuevo. El mejor momento para brillar, y el peor para terminar con su propio cuerpo. Pronto Sue se da cuenta que ese cuerpo que salió de la espalda de Elizabeth se está desmoronando, pues lo que ella pensaba que era Elizabeth, solo el cascarón, era realmente la base de la verdadera vida. Un diente se cae, luego una oreja, y sumida en la desesperación por brillar, corre a casa para intentar algo más: volver a usar el líquido activador para una versión más perfecta de ella. Sue se inyecta, cae al suelo, y ahí se da cuenta que ha cometido un error. Sue no era más que un recipiente, un cascarón bello, y la esencia de ella ha muerto. Lo único que nace de sí misma, en una escena grotesca, es un monstruo de quien fue. Una masa con pechos, ojos, pestañas, orejas en algún lugar, dientes “perfectos” y un rostro con la boca bien abierta. El Monstruo ha nacido, y está listo para brillar en su gran noche. 


Con tiras del vestido, aretes en una de las orejas que componen la masa que ahora es Elizabeth, vuelve al set para grabar en vivo su gran noche. La Sustancia es una sátira, y es en el tercer acto donde llevan al límite toda la idea de la perfección de la mujer con el terror corporal, tomando esta masa con ojos caídos y una boca que no puede hablar al escenario. ¿No es eso lo que querían? ¿Son todos los atributos que tiene la masa, pegados a su ser, del gusto de los hombres? Ahí, bajo la cámara y la luz, el monstruo intenta hablar, y pronto todos se dan cuenta que no es ninguna broma, e intentan destruirla. El monstruo intenta decir que es Sue, que sigue siendo ella, pero los gritos de los demás terminan por hacer colapsar su cuerpo, y un chorro de sangre sale de alguna parte de esta masa, llenando a todos de sangre, litros de sangre, sangre por todos lados. Así, el monstruo corre del escenario, y termina por explotar saliendo del set. Lo único que nos queda de Elizabeth, es una pequeña masa que guarda su rostro, que se arrastra a la estrella del Hall of Fame que tenía su nombre. Al final, ese charco de sangre que termina siendo, es limpiada, y así lo único que queda de ella son los recuerdos de su trabajo. 


La Sustancia es una película satírica que hace un gran uso de recursos, desde los colores para representar a Elizabeth (amarillo, rojo y café) y Sue (Rosa y colores vivos), hasta el terror corporal con la salida de Sue de la espalda de Elizabeth, o el monstruo saliendo de Sue. Aquí, sin filtros, muestran ese miedo de las mujeres al rechazo por no ser bonitas, por no mantenerse jóvenes y, por ende, relevantes, y estar dispuestas a lo que sea para mantenerse allí. No por nada hoy en día hay tantas cirugías y productos que se venden como la solución a la vejez, pues el ser humano se ha encargado de mantener un rechazo a esta parte de la vida, una que debería ser tan natural como la juventud. El cuerpo mantiene memoria de nuestras decisiones, y esta película nos recuerda el balance entre la vida y el cuidado del cuerpo. Es una muy buena película que entiende la problemática de “la eterna juventud”, y la lleva al extremo, pues como buena sátira, por medio del exceso le deja al espectador una reflexión más contundente: escucha a tu cuerpo, recuerda, eres uno solo. 

Por: Yulieth Jasbleidy Nuñez Bernal (Jazzby)



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