La sociedad de la nieve: una oda a la vida.


La Sociedad de la Nieve, Netflix, 2023.


En 1972, la cordillera de los Andes reclamó la vida de varias personas, ya que el avión donde cruzaban de Argentina a Chile cayó en las montañas blancas e imponentes. Si bien la vida en este lugar es totalmente adversa para los seres humanos y la posibilidad de sobrevivir parece nula, hubo un grupo de personas que lograron salvarse del helado manto de los Andes. Este grupo es retratado en la película "La sociedad de la nieve". 

Al ser una película inspirada en hechos reales, se esperaría que tomara un camino fidedigno, lejos de la ficción, siguiendo la estructura de un documental, pero no es así. Esta película toma un elemento narrativo conocido como “narrador testigo,” alguien que ha vivido la historia y la cuenta desde su perspectiva, y este punto de vista será muy importante para entender no solo como todo ocurre, sino cómo se crea la sociedad de la nieve y la importancia de esta sociedad para sus miembros. 


Nuestro narrador es Numa, un joven uruguayo que se presenta, recordando como todo empezó. Desde el pasado, la vida parece apacible. Numa se reúne con sus amigos, hablan de sus sueños, de todo lo que les podría deparar el futuro: un trabajo, una familia, y trabajar duro para hacer esto realidad. La vida se ve prometedora. Aquello que cambia el destino de sus vidas es un vuelo a Chile, y todos se organizan para ir. Antes de partir al vuelo, Numa y sus amigos van a una misa, y en aquel lugar el padre da un presagio de lo que les espera en la montaña “no solo de pan vive el hombre.”


En el vuelo, el último ápice de normalidad se va entre las turbulencias, no sin antes escuchar por parte de uno de los pasajeros “la cordillera es un tiburón que se quiere chupar a quienes pasan por encima.” Entonces la cordillera, quien se ve más y más cerca de las ventanas del avión, termina por impactarlos, y la película no escatima en mostrarle al espectador la dureza del accidente. Piernas y brazos rotos, el sonido arrollador del accidente, metales crujiendo, los gritos de desesperación por parte de los desventurados que mueren entre las sillas… Todo mientras el avión se parte en dos.   


Tras chocar, en el primer día, se escuchan los lamentos de los heridos. Entre la nieve, el frío y la falta de un camino, los que salieron ilesos o con menores heridas intentan ayudar a quienes lo necesitan; pero solo basta que pase la primera noche para que estos lamentos terminen en silencio. La noche, tan fría y larga, hace que los vivos se junten entre ellos en los escombros del avión, e incluso sobre los muertos para buscar algo de calor. En situaciones desesperadas, se esperaría que los humanos se pongan unos contra otros, pero desde el primer día estas personas deciden unirse para tratar de sobrevivir juntos. 


Algo a destacar es que, tras la primera noche, esta película brinda respeto por aquellos que perecieron en la cordillera. En la pantalla aparecen los nombres reales de dichas personas, justo cuando la montaña los reclama. Un recordatorio que estas personas eran alguien, que tenían una vida, una familia, un nombre. 


Los que quedan vivos buscan comida, que encuentran en varias maletas, y ropa para cubrirse de la gélida noche. Ellos saben que son extraños de este ambiente, que la cordillera no está hecha para que puedan tener una vida óptima, por lo que intentan pensar en planes para hacerse notar desde los cielos. Seguramente los están buscando, piensan, y no se equivocan. Un avión pasa muy cerca del accidente, pero esta cordillera es tan imponente que es fácil ver todo blanco desde el cielo. Por más que ellos hacen ruido, intentan llamar la atención colocando elementos visibles, la nieve los oculta con bastante facilidad, y lo terminan de confirmar al caminar un poco y no ver los restos de lejos. Sin embargo, mantienen la esperanza que el avión los haya visto, y que vengan a salvarlos pronto.


La comida comienza a escasear en una semana. Todos intentan comer lo que sea, cuero, tabaco, cordones de zapatos, lo que amortigüe el hambre; pues piensan que el avión llegará en cualquier momento. No obstante, notan con tristeza que solo queda un camino, y uno de los sobrevivientes, que es médico, sabe que necesitan proteína para salvarse… esa proteína está allá afuera, en esa carne congelada cubierta de ropa. ¿qué hacer en circunstancias tan adversas? ¿Qué es lo correcto cuando la cordillera no ofrece más que nieve y muerte? ¿Es mejor, acaso, entregarse a la cordillera y hundirse en ella para mantener la moralidad humana?


Los sobrevivientes y nuestro protagonista, Numa, se enfrentan a esta difícil decisión, y el hambre los lleva a escoger lo que está allá afuera. El médico, llamado Roberto Canessa, va con uno de sus compañeros y, desde los escombros del avión, el espectador ve la espalda de Canessa escoger a uno de los cuerpos y cortarlo. Ellos han escogido seguir vivos, cueste lo que cueste. Con el peso de perder la moralidad, vemos poco a poco, a aquellos que se habían negado en una primera instancia, ceder al poder del hambre, y terminan por comer esa carne congelada, a veces camuflándose con la nieve. No hay vuelta atrás.


Días después, varios de los hombres deciden aventurarse en la primera de tantas expediciones, buscando provisiones en la otra parte del avión. Allí encuentran una radio que logran arreglar y, entonces, escuchan las noticias devastadoras… “no hay visibilidad para buscar los restos, y se cree que no hay sobrevivientes.” Deben esperar al menos 3 meses, tiempo donde la visibilidad será lo suficiente para buscar los cadáveres. ¿Eso es lo que terminarán siendo? ¿Solo huesos que la montaña se tragará? 


Tras momentos de suplicio, asumen su nuevo destino e intentan adaptarse lo mejor que pueden. Algunos se recuperan, y en un momento de paz, las risas vuelven a los rostros congelados. La cordillera, sin embargo, escucha las risas e irrumpe violentamente en los escombros del avión, llenando cada parte con esa nieve fría y penetrante; y lo hace dos veces. La avalancha no solo sepulta a aquellos que venían recuperándose; también sepulta por un momento la voluntad de vivir. 


Los sobrevivientes esperan unos días para buscar una salida, pero el hambre los acecha. Hasta ahora, esa carne no tenía nombre, no tenía voz, no tenía una risa compartida, y ahora tienen cuerpos en frente para alimentarse. Numa, quien no quiere presenciar esto, busca desesperadamente una salida por una de las ventanas y comienza a cavar para salir. Si bien encuentra la salida a la superficie, se hiere una pierna en el proceso, e intenta no darle mucha importancia. Numa allana el camino para que todos puedan salir victoriosos, y lo logra. La cordillera no pudo sepultarlos. 


Una vez afuera, saben que deben salir pronto de la cordillera. En cualquier momento la montaña hará su próximo movimiento, y depende de ellos ver quién gana esta vez. En la cabina del avión podrían enviar un mensaje, si logran arreglar la radio destartalada, pero el camino es muy problemático. Se preparan físicamente, como pueden, para soportar el inclemente clima. Canessa, Fito, Carlitos Paez y Numa hacen la expedición a la otra parte del avión, pero es inútil. La radio de la cabina está destruida, y no hay forma de arreglarla. Deben irse por el otro plan: buscar el camino a la civilización, sólo deben solucionar el problema de sobrevivir las noches, y toman algunos elementos como una tela que los ayudaría con esto, y una cámara. Esta cámara tomaría relevancia, no solo por dejar testimonio visual de lo vivido, sino porque allí quedaría grabado los rostros de los miembros de la sociedad de la nieve. Se re-vive desde la fotografía. 


Numa, quien ha estado ayudando desde el primer momento, sabe que la herida que tiene no le permitirá seguir adelante. Con dolor y todo lo intenta, intenta irse con Canessa, Fito y Carlitos Paez en una de las expediciones para reconocer donde están, pero cae presa del dolor de su pierna. Numa se devuelve, y con tristeza, sabe que no le queda más que esperar a que la oscuridad lo reclame. Al hablar con aquellos que lo acompañan, comienza a renegar por todo lo que ya no será: la vida, los planes, las posibilidades que se desvanecen entre el frío que le entra por la herida. ¿Para qué seguir luchando? ¿Qué sentido tiene? Sin embargo, entre la desesperanza, encuentran la respuesta: el amor que cargan los muertos en sus huesos, todas esas esperanzas, ahora lo cargan los vivos.  


En los escombros del avión, Numa sabe que su hora se acerca. Como varios lo hicieron, él autoriza para que puedan sobrevivir con su cuerpo, y escribe lo que sería la nota que resume a la sociedad de la nieve: “no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos." Aquellos que cayeron en las manos heladas de la montaña, que no tienen voz más que la del recuerdo, ahora vivirán en las ilusiones de los que sobrevivan. En la primera escena de la película, vemos la cordillera, y la voz de Numa. Es un narrador testigo porque no pudo ser parte de los vivos, porque desde el pasado, desde la montaña fría, nos cuenta lo sucedido; su eco resuena en la ventisca. 


Esta muerte, por más dolorosa que sea, les da el impulso a los demás para salir a buscar ayuda. Canessa y los demás se preparan y se van. Caminan los 3, soportando las noches que no dan tregua, sólo para seguir viendo la cordillera que parece interminable. Aunque la desesperanza los intente derribar, ellos siguen adelante. Uno de ellos decide volver, para decirle a los que se quedaron lo que han encontrado, y los dos que continúan pese a todo fueron Canessa y Nando Parrado. 


Con el paso del tiempo, ahora ven más rocas, la nieve va quedando atrás, luego encuentran un río… y un hombre en un caballo. Él lleva la noticia de los sobrevivientes, y van en búsqueda de los demás. Tras 3 meses, donde ya solo quedaban los huesos de los muertos y unos sobrevivientes al borde de la muerte, los rescatan. Desde esos trozos, lo que construyeron un hogar totalmente adverso, escriben los nombres de los que perecieron, y vuelven a la civilización. 


Numa sigue narrando, contando el reencuentro con la vida. Recordemos que ahora Numa, si bien pertenece a la montaña, desde los vivos sigue allí. Ellos toman un baño, vuelven a ver a sus familias, con sus parejas, y estando solos los acecha la culpa por no volver todos. Sin embargo, recuerdan lo que los mantuvo luchando todo el tiempo: seguir viviendo, cuidarse los unos a los otros. Después de todo, pese a las adversidades, ellos siguen respirando: han puesto la vida por encima de todo, y viven con amor por todos aquellos que quedaron en los ecos de los Andes.


                                                                                        Por: Yulieth Jasbleidy Nuñez Bernal (Jazzby)



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