GRIS: Los fragmentos del color y la pérdida.



GRIS, Nomada Studio, 2018.
 

La mano de una estatua femenina sostiene una figura parecida a una mujer de cabello verde, llamada Gris, mientras intenta cantar. El mundo parece bello, apacible, y ambas esperan por la anhelada canción. De repente, el cambio llega, siendo dominada por una líquida oscuridad, reduciendo a esta estatua en pedazos, y con ellos, cae también Gris. En la caída, el color se va desvaneciendo, y al tocar el suelo, sólo quedan fragmentos de un mundo que brilla por la ausencia de colores. El negro y el blanco coquetean en el fondo, con figuras de un templo en ruinas. Así comienza GRIS, una aventura de plataformeo que, sin mencionar una sola palabra, podrá llegar a conmover a sus jugadores. 


Tras la caída, en un mundo donde todo parece apagado, y con una música de fondo que sabe a tristeza, nuestra protagonista ve lo que parece ser un castillo en ruinas. Aquella estatua está perdida, junto a los colores y la voz de Gris; por lo que solo queda avanzar, recolectando unos fragmentos de estrellas, que terminan por hacer una constelación que nos ayudará a cruzar por lugares difíciles. El viento sopla el color blanco en el camino, y las ruinas grises aparecen de vez en cuando. De repente, al escalar uno de estos edificios, llegamos a la cima… Ella, viendo el lugar, se encoge, casi haciéndose una bola, y la explosión del primer color aparece. El rojo. 


Este color, que nos lleva a la emoción de la ira, comienza a dominar el espacio. Gris cae a un desierto, uno por el que es difícil transitar. Cada vez que avanzamos un poco, en este desierto rojo y solitario, se escuchan tonos de piano, que traen calma. Sin embargo, un viento rojo inunda la pantalla, y la música se transforma en algo similar a un cántico de iglesia aterrador. El viento sopla tan fuerte que detiene nuestro avance, y nuestra protagonista debe sostenerse de alguna roca. La ira, la rabia. Todo aparece en este primer color, y más aún cuando, tras recuperar fragmentos de una estrella, desbloqueamos la primera habilidad: Gris se transforma en un cuadrado resistente, uno que también es capaz de romper cosas. Así, enfocando la rabia en destrucción, avanzamos resolviendo los puzzles que hay por el lugar, y teniendo esta nueva forma, podemos enfrentar directamente la ventisca violenta, pues es la rabia quien le da la fuerza para no dejarse derribar.  


Al continuar el camino, resolviendo los caminos que estaban rotos con la nueva habilidad, Gris se encuentra con los primeros fragmentos de la estatua del inicio. Salta uno, salta otro, hasta llegar a la palma abierta de la estatua de la mujer rota… Y, justo como la anterior vez, deja salir el segundo color: el verde. Ahora, el blanco, rojo y verde pintan todo lo que vemos, junto a la palma donde está Gris. Al continuar, ella baja por unas ramas de esta tonalidad, que la llevan a un bosque rebosante de vida. En este camino, lleno de árboles con frutas, hay seres que caminan de un lado a otro, ramas y arbustos preciosos; Gris camina resolviendo acertijos, e incluso ayuda a otros. ¿No es acaso, el acto de ayudar a otros, lo que nos lleva a estar un poco más en paz? Por medio de ayudar a uno de estos seres, Gris entra en el estado de la negociación, y aprende una nueva habilidad, que va muy de la mano con este color: flotar. Flotar entre la naturaleza, dejar ser, ayudar a otros. Sin embargo, la paz no dura mucho, pues el líquido negro del inicio ha vuelto a detener su avance. El líquido toma forma de pájaro enorme, quien la intenta derribar de lugares altos. Gris, sin embargo, aprovecha estos gritos de este pájaro para llegar más lejos, tomando la fuerza de este ser para seguir. 


Al llegar a la cima de otro lugar, Gris ve, de nuevo, la palma de la estatua.. Y lo rota que está. Hay un hueco en su rostro, dejando ver unos labios que expresan pena. De nuevo, las emociones alcanzan a Gris, y entonces, sale de ella uno de los colores más significativos: El azul. Este color, asociado a la tristeza, abre las puertas a un escenario lleno de lluvia, y luego nos lleva a sumergirnos en un nivel acuático. No es fortuito que debamos sumergirnos, pues la tristeza termina siendo lo que guardamos en nuestro interior, aquello que duele tanto que debemos ocultarlo en lo más profundo. 


En este nivel, lleno de azul y oscuridad, Gris se zambulle hasta lo más profundo de esta agua, encontrando incluso hielo que congela parte de ella. Al resolver los puzzles, tenemos la habilidad de nadar y embestir, y pronto entendemos la razón de ello. Gris debe enfrentar al líquido negro, que esta vez toma forma de una anguila mortífera, quien la persigue, hambrienta por devorarla. El videojuego juega con la oscuridad, pues al ser este ser negro, se siente como una constante amenaza que acecha desde cualquier parte. Luego, Gris logra escapar gracias a una amiga tortuga que hizo en el camino, llegando así a la superficie nuevamente. 


En la superficie, encontramos nuestro mundo, pero como si estuviese reflejado en el espejo. En el camino a pasar el reflejo y ver cosas donde pareciera no haber nada, vemos destellos de amarillo. Esta vez, sin refugiarse en sí misma, Gris recobra el color amarillo, que aparece en arbustos de la esstructura que parece menos rota, y en luciérnagas que le ayudan a encontrar caminos invisibles, incluso jugar con u mundo boca abajo. Ahora puede ver los colores, ahora puede ver un mundo casi hecho de cristal, sin necesidad de sufrir. Está llegando al momento de la aceptación. ¿Y qué es lo que Gris está tratando de aceptar? Al tomar los fragmentos de estrella, acompañado de un tono bastante alegre, Gris llega a un lugar donde hay flores esperando a florecer…


Entonces, como si de un milagro se tratase, escuchamos la dulce melodía de Gris. Hemos recuperado nuestra voz, haciendo florecer de rosa la vegetación que tenemos alrededor. Nos hemos recuperado. La vida se hace presente, y todo comienza a tomar diferentes colores, en este nivel de cristal. Gracias a nuestro canto, no solo algunas flores florecen, sino que también algunos seres viven. Al resolver otros puzzles gracias a nuestro canto, recolectamos todas las estrellas que arman la constelación que nos llevará hacia el cielo nocturno, y Gris, lista para dar el siguiente paso… Ve con horror como el líquido negro toma su rostro. 


Este líquido negro, que no es otra cosa que el dolor de perder a alguien, se come de un bocado a Gris. Justo antes de recuperarse por completo, justo antes de superarlo, la tristeza y el dolor se la tragan, le quitan todos los colores de nuevo, y queda solo… oscuridad. En esta oscuridad, Gris comienza a nadar a la superficie, viendo algunos fragmentos de la estatua del inicio. Al llegar, comienza a subir por las ruinas de dicha estatua, llegando de nuevo a la palma. Sin embargo, lo que no pudo quitarle la oscuridad esta vez, fue su voz. Cantando con todo su ser, Gris comienza a reformar la estatua, luchando con toda la falta de color, luchando con el líquido negro que la quiere hundir otra vez, que quiere mantenerla presa; pero esta vez Gris no lo permite. La estatua se reforma, y al completarse, vemos que es su madre. Los colores vuelven primero a la estatua, luego a todos los lugares donde Gris estuvo, y en un canto de ambas mujeres, vemos como Gris y su madre se dan el último adiós. La madre llora, Gris la besa… Aceptando que su madre ya no estará con ella. Gris debe seguir. Vemos el mundo reformado, y a Gris desaparecer en el cielo, caminando en la constelación del viaje que emprendimos con ella. 


Las estrellas brillan en la noche, y aunque la pérdida de quienes amamos parece hundirnos en lo más profundo de nuestro ser, quitándonos incluso la capacidad de expresarnos, o de ver como el mundo realmente es, lo importante es seguir. Tomar las emociones que despiertan las situaciones adversas y, al igual que Gris, sacarles algún tipo de ventaja, incluso cuando todo parece estar en blanco y negro. Puede que sea la pérdida de uno mismo, de un ser querido, o de una mascota… Pero de a poco es posible recuperar los colores que siempre estarán allí. 


                                                                                                     Por: Yulieth Jasbleidy Nuñez Bernal (Jazzby)


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